Pequeñas mañas

La moda de los culottes fue mi perdición. Yo, que en la vida le había dado pelota a la ropa y que era capaz de ir a la facultad en jogging y a una fiesta de gala en jeans (recién lavaditos, eso sí. Ahora, no me pidan que los planche, tampoco la boludez), de golpe pasé a pararme frente a cuante vidriera divisara.
No tengo ningún problema en entrar a las casas de lencerías que venden disfraces onda mucamita (si el surtido de culottes lo amerita), de comprar en la calle, de revolverles todos los cajones a las vendedoras.
Tengo calzones con rayitas, pintitas, lunares y círculos (sí manga de ignorantes, pintitas lunares y círculos son 3 categorías distintas); con mariposas y vaquitas de San Antonio. Con Cuadrados, rombos y combinaciones de colores contrastantes. Con flores, apliques, moñitos, encajes. Puedo pasar semanas enteras, varias, sin que me falten en el cajón. Tuve que separarlas de las medias porque ya no entraban todas juntas. Me indigno cada vez que encuentro un diseño que no tengo y en general termino comprándolo. Trato de convencer a otras de que se les pegue el vicio así no me siento culpable.
Y aún así, todo iba bien para mí hasta el viernes, que mientras miraba el catálogo de Avón (y bueno, trabajo de recepcionista, qué voy a hacer mientras espero para maltratarlos?) encontré un organizador de cajones y me dscubrí a mi misma pensando "y si me lo compro para mis calzones?"
Un organizador de cajones!!! Diosssssss!!!!
Sin palabras.